domingo, 27 de septiembre de 2015

Hora de derrumbe.

Estoy quemado, mis ojos ya no tienen lágrimas que soltar, mi cabeza ya no funciona, y el corazón está al borde del colapso. Todo está abrasado, por culpa de unos sentimientos que he decidido probar, el problema es que me han quemado más que un vaso de leche del microondas.
¿Sabes eso que dicen de los incendios?, si hombree, eso de que gracias a las cenizas el suelo se vuelve más fértil; pues creo que en mi interior no pasa eso, todo está muerto y ahora mismo lo único que me mantiene con vida son un par de cosas y una de ellas son las transfusiones intravenosas de música, aproximadamente unos 200 minutos de canción tras canción. Bombean acordes y letras por todo mi interior poniendo parches y restableciendo lo que debería ser el normal funcionamiento de todo.
Lo malo de todo esto es que cuando se acaban me caigo del limbo y vuelvo al mundo real, por suerte aún me queda la azotea, mi pequeña parcela de reflexiones y postales.
Es gracioso que al final sea uno mismo el que se tenga que salvar, en este mundo ni media naranja ni leches, aquí o te salvas tú mismo o nadie lo hará.

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