Me dirijo a tu ombligo, con el propósito de que me escuchen las mariposas de tu estómago, a ver si de una vez por todas se dan por aludidas y te dicen que sí, que soy yo el que les ha dado la vida. Te lo digo de boca a boca, consiguiendo que inhales cada molécula de oxígeno que contienen mis palabras.
Sería erróneo definirte en términos de dificultad.
Mejor no definirte y que lo haga otro,
o tu misma,
yo que sé.
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