martes, 20 de octubre de 2015

En el metro.

Imagina que vas en metro. Miras a tu derecha y hay gente, miras a tu izquierda y hay gente. Entonces miras al frente y te ves reflejado en el cristal. Todos parecen estáticos, todos miran pero ninguno se mueve. Cierras los ojos y al abrirlos no hay nadie. Te invade esa sensación de angustia y soledad, y de fondo, en tu cabeza sonando esa canción   que revela una situación estresante y apocalíptica. Vuelves a cerrar los ojos pensando que todo es una alucinación por culpa de no haber dormido, pero al abrirlos de nuevo... Todo está a oscuras, negro y solo las pegatinas que brillan en la oscuridad indican la salida. Sales del metro a oscuras y caminas por uno de los pasillos que conectan dos andenes. Todo el mundo parece haber desaparecido, ni siquiera están los conductores del metro. Parece ser que todo se ha acabado y lo único con vida allí eres tú. De pronto, te das de bruces con una sala de control en la que aún hay luz y la puerta está abierta. Tu cuerpo te pide que entres, pero tu cabeza no sabe ni donde ir. En una de las pantallas de la sala descubres que ha pasado, ves como de pronto la gente se volatiliza, se evaporan sin dejar rastro alguno. Rompes a llorar lleno de desesperación y te preguntas por que no te ha pasado a ti. Te das cuenta de lo fácil que es para los que se van y lo duro que es para el que se queda. Miles de preguntas te rondan la cabeza: ¿Eres el único que no ha desaparecido? ¿Habrá alguien más?
Sales de la sala de control dispuesto a resolver todas tus dudas. Buscas la salida y saltas los tornos. De pronto estás en lo alto de las escaleras como si acabases de alcanzar la cima del Everest. Lo único que ves es miles y miles de coches parados como por arte de magia, la angustia te invade, y la incertidumbre te come poco a poco. Recorres cada calle en busca de alguna señal de vida. Pasas por delante de una cafetería y los cafés están aún humeantes, nada parece real. De repente  un pitido muy estrepitoso, como el de una alarma, resuena por todas las calles, llega tal punto que parece que resuena en tu cabeza. Caes al suelo de golpe, abres los ojos y ves a miles de personas mirándote asombradas. Te habías dormido apoyado en las puertas del metro.

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