jueves, 17 de noviembre de 2016

Yo, mi, me, conmigo y a ti que te den.

Mi vida es una subida en escalera mecánica, que a veces se para 
 y otras también...
Sólo pido un tiempo verbal que me conceda el privilegio de estar contigo un rato más.
Hazlo, y si tienes miedo, HAZLO CON MIEDO.
Comencemos el Diario aquí y ahora, en esta misma línea.
Mañana de Domingo agotadora, como habitualmente. Unas cuantas vueltas en la cama, una mirada al espejo y arriba.
Una ojeada al correo, un par de retweets y a seguir currando.
Comida a eso de las 3, un poco de pasta y pescado, acompañada de un vaso de agua. Microsiesta de 25 minutos. A continuación, una tarde destructivamente soporífera y ya por último la llegada de la cena. Trayecto en Renfe hasta Aravaca, con acontecimientos curiosos de por medio.
Una mujer, habitual de esa línea, se dispone a dejar en cada asiento vacío, un pequeño papel con un texto pidiendo ayuda para sus hijos de 4 años. Debajo del mismo, un paquete de clinex, a la venta por 25 céntimos y una sonrisa. Un paseo por todos los vagones y ni una parada frente a alguien.
Una familia de dos hermanos, de no más de 7 y 10 años, junto con su madre. Al parecer volvían de pasar el día en la sierra. Todos provistos de botas, abrigo, gorro y guantes. Nada más dejar el papel y el clinex, el más pequeño de ellos, ha asomado la cabeza por encima de su madre para investigar aquel trozo de papel. Su madre, en un ademán de dictadora, lo ha reprimido y le ha acompañado con el abrazo a que volviese a su sitio y no tocase nada. Si en vez de eso, le hubiese explicado esa historia, el por qué esa señora tenía que ir dejando esos clinex en cada asiento, o el por qué tras menos de cinco minutos los ha vuelto a recoger un tanto desolada. Si, ya no sólo su madre, todos intentásemos ser más comprensivos, más empáticos, quizá justo esas situaciones se podrían suprimir y formar parte de ficción, de historias escritas por cualquiera. Estaría bien que de una vez por todas, dejase de ser una realidad y se convirtiese en ficción.
Cena insulsa, tanto como las conversaciones durante la misma.
Vuelta a casa, esta vez en un vehículo de cuatro ruedas, blanco y de una marca reconocida y bastante extendida. La radio a un volumen prudencial, que con una sintonia conocida ha conseguido sacarme de este escrito, únicamente, para que mi boca pronunciase: "Cancionaca". Tras pronunciar estas palabras, he vuelto aquí,y bueno, aquí sigo relatando este día.
Mi mente ha entrado en fase recuerdo, y se ha encargado de recrear ese beso que es una ola en mi boca.
Chavales convertidos en maestros kung fu por una noche.
Sobrevolando la noche madrileña, piti en mano y rabia en la otra.
Nostalgia en mente y ganas de vivir, en el pasado, correteando por la sangre.
De vuelta a la cama, me cubro con un edredón que tiene complejo de losa.
Mis ojos se cierran poco a poco, van echando el cierre, y atino cada vez menos a darle a la tecls cirrexta, y auqne el corrector me subraye en rojo, aquí sigpo, dandole un ultimo empujon para poder acabar con un . 

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