viernes, 3 de abril de 2015

Declaración desesperada.

Aparecieron a la vez, de forma inesperada y sin previo aviso. Uno con grandes luces y muchos colores. Otra apareció de repente, sin venir a cuento y por sorpresa. Al primero le llamé Atardecer , erá tímido y muy reservado, pero muchas veces deslumbraba con su grandioso esplendor. Me acompañaba en las primeras horas de todos los Lunes, y por supuesto todos los Domingos. Todos esos asquerosos Domingos que le remueven a uno hasta lo más hondo de su ser. Domingos que te descolocan por completo y te colocan en su punto de mira, dispuestos a disparar y sin duda acertar. Pero de la misma forma que llegan, se marchan de puntillas, sin hacer ruido dejando paso a una luz cegadora que después se convertirá en la más absoluta oscuridad.
La otra apareció también de repente, pero no por casualidad sino por necesidad. Necesidad tanto por su parte como por la mía. Necesitaba ese "amanecer " que representaba la falta de todo en el mundo en general y la falta de cariño y de amor y de ganas. Representaba la falta de todo y a la vez la oportunidad de llenar ese vacío  del mundo. Le llamé Pa, y sí, le otorgue el poder de destruirnos mutuamente y como se suele decir, el resto ya es de sobra conocido.

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