miércoles, 6 de abril de 2016

Y vuelta a empezar.

¿Crees que escribir sobre algo puede ayudarte a afrontarlo?
Yo, sinceramente a veces lo dudo, pero sólo un instante, ese justo momento antes de ponerme a escribir, teclear lentamente cada letra, medito durante milésimas de segundo si realmente tiene algún sentido todo esto. Entonces, releo otros escritos y veo que, quizá al momento de ser escritos, no sirvieron de nada en absoluto, pero al verlos ahora, ahí, fuertes, resistentes al paso del tiempo, a dolores, a quejas, firmes en sus promesas de cambio. Estáticos mirándome cara a cara, escupiéndome verdades, que quizá por aquel entonces no se revelaron, pero que ahora se dejan ver con total claridad. Y si, evidentemente duele ver que hubo tantas ganas de escribir en un momento dado, pero que ahora ya no. Antes buscaba refugio en pequeñas letras Calibri(cuerpo) 13, por aquello de que si la mala suerte se apoderaba de ese número, yo la afrontaría y esquivaría con miles de palabras, consiguiendo doblegarla e incluso transformarla en todo lo contrario. Haría como el amor conmigo, bueno en realidad, más que el amor han sido ellas, les concedí el poder de destrozar mi reino al que llamé cuerpo y, un día en lo más alto y al siguiente por los suelos, sin ganas de nada, ni si quiera de respirar. Consiguieron doblegarme durante un tiempo, consiguieron que temiese todo cuerpo nuevo, toda caricia repentina, pausada, consiguieron incluso que mi cabeza odiase al corazón por el mero hecho de latir a destiempo, sin seguir el ritmo marcado y establecido. Lo llevaron a juicio y le encarcelaron junto a presos con cargos de culpabilidad, asesinato en defensa propia, y una ingente cantidad de reclusos. Allí, latiendo solo, en una esquina de su celda número "13" en el pabellón cuerpo estuvo un par de años. Me sentí como un ladrillo rodeado de otros tantos, buscaba libertad, buscaba movimiento, aire, buscaba poder notar de nuevo el Sol en la cara. Llegué a este punto en el que me creía ladrillo, que creo fue por culpa de darme tantos golpes contra la pared y encontrar el mismo ladrillo mirándome a los ojos,fijamente, impasible. Me identifiqué con él, hartos los dos de recibir golpes de frente. Acabamos por derribar el muro y así salvarnos los dos. Nos liberamos de tanto muro, conseguimos notar el Sol de nuevo. Pero esto no duró demasiado tiempo, somos gente de costumbres y él quiso encontrar de nuevo su lugar, busco una pequeña obra, donde estaban construyendo una pequeña pared, y allí se quedó, al igual que yo, enclaustrado en un nuevo muro. El suyo con forma rectangular y un cabello color rojizo, y el mio con forma de mujer y cabello inconcluso.
Y vuelta a empezar.

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